Viajar por el mundo normalmente es todo facilidades: la gente te ayuda a ir de un sitio a otro, te acoje en su casa y te responde todas las preguntas que tengas sobre un lugar. Incluso, a veces, te invita a lugares secretos que sólo ellos conocen. Pero otras veces, simplemente te están comiendo la cabeza para hacerte caer en una trampa y quedarse con tu dinero.
Antes de todo, te queremos dar una sorpresa: en ocho meses, no nos han timado demasiado. Alguna vez nos hemos tenido que encarar con alguien, y otras veces hemos pagado más que un local. Pero, hasta ahora, nunca nos hemos sentido estafados.
Este post lo vamos a escribir porque muchas veces hemos conocido a otros viajeros por el camino que nos han contado historias. Y esta vez, Alba y Omar, en China, nos han explicado un timo que era digno de post. Y aquí estamos. Conforme pase el tiempo, vamos a ir escribiendo más aventurillas, pero de momento, será un post cortito.
Como todos los timos, todo empieza por conseguir la confianza de la víctima. Dos chicas de mediana edad, con un perfecto inglés, cosa muy rara en China, les dicen holita a nuestros protagonistas. Les explican una historia que suena bien: una de las chicas es de esta ciudad, la otra vive fuera, y la ha ido a visitar porque son muy amigas. Y les gusta mucho hablar con turistas porque así intercambian historias y no hay cosa más bonita en el mundo que conocer otras culturas. Qué majas.
Tras haber demostrado que son las personas más dulces del mundo, las chicas invitan a nuestros protagonistas a tomar unas cervezas en un bar de por ahí. ¿Unas birras? Claro que sí. ¿Probamos unos tés muy buenos de por aquí Beijing? ¡Cómo no! Risas y aventuras, hasta que llega el momento de la cuenta. Toca pagar 1000¥ entre cuatro. Ellas pagan sus 500¥, y nuestra pareja sus otros 500¥. Qué bien, que bonito ha sido, hasta luego.
Entonces, nuestros amigos hacen los números. 500¥ por un par de cervezas y unos tés, por buenos que sean los tés, es muchísimo. Son 63€ al cambio, poca broma. ¿Será muy caro China? Los han timado, y les cuesta creérselo, porque las chicas eran todo amor.
Esta historia en concreto termina bien: al día siguiente, van al bar dónde los timaron, aprietan al propietario del bar dejando caer que van a avisar a la policía, y al final el señor accede a devolverles parte del dinero, 400¥. Al final la experiencia les ha costado 100¥, que no es tantísimo.
Conclusión: si alguien os dice hola muy porque sí y os invita a tomar algo, a lo mejor es un sitio muy caro. Que os enseñen la carta antes de pedir, preguntad qué valen las cosas antes de pedirlas... cosas que no haríais en vuestra zona de confort, pero el mundo es una jungla.
De muy buen rollo nos acompaña a ver la roca con forma de elefante, y luego nos enseña un barrio un poco comercial. Y de repente, ¡oh! Nos encontramos en la tienda de su hermana, y nos invita a hacer una mini ceremonia del té. Y probamos dos tés buenísimos.
Luego, lo que nos temíamos: nos invita a comprar el té que mas nos guste por 50¥ los 50 gramos. Que los pone en una lata que hace su padre dónde el té aguanta fresco hasta tres años. Le contamos que no tenemos una casa dónde volver, y que intentamos que la mochila pese lo mínimo posible, así que 50 gramos de té no caben en nuestra espalda. Nos dice que es un precio rebajado... y al final, marchamos todos sin comprar nada.
Y nos cuentra que ese día es un día muy especial en Guilin: se celebra una cosa que sólo se celebra una vez al año. Y que hacen un espectáculo en el teatro, y que no nos lo podemos perder. Nos acompaña al teatro, y la entrada cuesta 350¥. Le decimos que es demasiado. Nos dice que hay un secreto: él tiene un amigo que las vendre por 175¥ a última hora, para sacárselas de encima. Le decimos que tampoco, y ya.
Y nos cuenta que si tenemos hambre. Le decimos que no, pero que tenemos muchas ganas de probar el pez espada a la cerveza, muy típico de la zona. ¡Qué gran idea! Nos acompaña a un restaurante que él conoce, nos enseña la carta, nos dice que podemos pedir eso y aquello... y le decimos que son las 18:30 y que no tenemos nada de hambre. Y como estamos un poco aburridos de la turra que nos está dando, que nos vamos al hotel. Nos acompaña hasta la esquina, nos dice bye, y se va muy rápido.
Nos ponemos a pensar: está claro que el señor quería vendernos el té, ¿pero y todo lo otro? Era muy simpático, o se llevaba una comisión de todo lo que vendía? Nunca lo sabremos. Pero os dejamos con un video del señor preparándonos los tés, que tiene un arte digno de admirar.
En esta historia, a Jacob y Philip, dos amigos alemanes, les intentaron abrir las riñoneras en el tranvía de Addis Ababa, que es el transporte público dónde más enlatado hemos ido en toda la vida. Tú no puedes mover un dedo, pero los profesionales ya se han colocado de modo de que, cuando quedes encajado, tu riñonera esté al alcance de su mano.
Así que en sitios muy concurridos, la mochila por delante y tu manos sobre tus pertenencias más importantes.
Para que te hagas a la idea de cómo está Addis Ababa, te dejamos un vídeo. Perdón por la mala calidad, no sabemos qué pasó... se cayó sólo y se rompió...
Antes de todo, te queremos dar una sorpresa: en ocho meses, no nos han timado demasiado. Alguna vez nos hemos tenido que encarar con alguien, y otras veces hemos pagado más que un local. Pero, hasta ahora, nunca nos hemos sentido estafados.
Este post lo vamos a escribir porque muchas veces hemos conocido a otros viajeros por el camino que nos han contado historias. Y esta vez, Alba y Omar, en China, nos han explicado un timo que era digno de post. Y aquí estamos. Conforme pase el tiempo, vamos a ir escribiendo más aventurillas, pero de momento, será un post cortito.
Vamos a echar unas birras. Caras.
Alba y Omar en Beijing, China.
Es el primer día de esta pareja en China. Acaban de aterrizar y de sacar dinero del cajero. Aún están de jetlag, y no saben cuántos euros son 10¥, qué vale un botellín de agua, ni una cena en Beijing.Como todos los timos, todo empieza por conseguir la confianza de la víctima. Dos chicas de mediana edad, con un perfecto inglés, cosa muy rara en China, les dicen holita a nuestros protagonistas. Les explican una historia que suena bien: una de las chicas es de esta ciudad, la otra vive fuera, y la ha ido a visitar porque son muy amigas. Y les gusta mucho hablar con turistas porque así intercambian historias y no hay cosa más bonita en el mundo que conocer otras culturas. Qué majas.
Tras haber demostrado que son las personas más dulces del mundo, las chicas invitan a nuestros protagonistas a tomar unas cervezas en un bar de por ahí. ¿Unas birras? Claro que sí. ¿Probamos unos tés muy buenos de por aquí Beijing? ¡Cómo no! Risas y aventuras, hasta que llega el momento de la cuenta. Toca pagar 1000¥ entre cuatro. Ellas pagan sus 500¥, y nuestra pareja sus otros 500¥. Qué bien, que bonito ha sido, hasta luego.
Entonces, nuestros amigos hacen los números. 500¥ por un par de cervezas y unos tés, por buenos que sean los tés, es muchísimo. Son 63€ al cambio, poca broma. ¿Será muy caro China? Los han timado, y les cuesta creérselo, porque las chicas eran todo amor.
Esta historia en concreto termina bien: al día siguiente, van al bar dónde los timaron, aprietan al propietario del bar dejando caer que van a avisar a la policía, y al final el señor accede a devolverles parte del dinero, 400¥. Al final la experiencia les ha costado 100¥, que no es tantísimo.
Conclusión: si alguien os dice hola muy porque sí y os invita a tomar algo, a lo mejor es un sitio muy caro. Que os enseñen la carta antes de pedir, preguntad qué valen las cosas antes de pedirlas... cosas que no haríais en vuestra zona de confort, pero el mundo es una jungla.
Pues mi familia hace té. ¿Os gusta el té?
Anna y Roc en Guilin, China.
En esta historia, los protagonistas somos nosotros. Andando por Guilin en busca de una roca con forma de elefande, un señor muy amable nos dice Hello! Alucinamos de que alguien hable inglés, y empezamos a hablar con el señor. Nos cuenta que es profesor de inglés, que el año que viene va a ir con sus alumnos a Inglaterra de intercambio, que está muy orgulloso, que su familia hace tés... También nos deja caer que su hermana tiene una tienda de tés, y que antes de comprarlos te los deja probar. Pues muy bien señor.De muy buen rollo nos acompaña a ver la roca con forma de elefante, y luego nos enseña un barrio un poco comercial. Y de repente, ¡oh! Nos encontramos en la tienda de su hermana, y nos invita a hacer una mini ceremonia del té. Y probamos dos tés buenísimos.
Luego, lo que nos temíamos: nos invita a comprar el té que mas nos guste por 50¥ los 50 gramos. Que los pone en una lata que hace su padre dónde el té aguanta fresco hasta tres años. Le contamos que no tenemos una casa dónde volver, y que intentamos que la mochila pese lo mínimo posible, así que 50 gramos de té no caben en nuestra espalda. Nos dice que es un precio rebajado... y al final, marchamos todos sin comprar nada.
Y nos cuentra que ese día es un día muy especial en Guilin: se celebra una cosa que sólo se celebra una vez al año. Y que hacen un espectáculo en el teatro, y que no nos lo podemos perder. Nos acompaña al teatro, y la entrada cuesta 350¥. Le decimos que es demasiado. Nos dice que hay un secreto: él tiene un amigo que las vendre por 175¥ a última hora, para sacárselas de encima. Le decimos que tampoco, y ya.
Y nos cuenta que si tenemos hambre. Le decimos que no, pero que tenemos muchas ganas de probar el pez espada a la cerveza, muy típico de la zona. ¡Qué gran idea! Nos acompaña a un restaurante que él conoce, nos enseña la carta, nos dice que podemos pedir eso y aquello... y le decimos que son las 18:30 y que no tenemos nada de hambre. Y como estamos un poco aburridos de la turra que nos está dando, que nos vamos al hotel. Nos acompaña hasta la esquina, nos dice bye, y se va muy rápido.
Nos ponemos a pensar: está claro que el señor quería vendernos el té, ¿pero y todo lo otro? Era muy simpático, o se llevaba una comisión de todo lo que vendía? Nunca lo sabremos. Pero os dejamos con un video del señor preparándonos los tés, que tiene un arte digno de admirar.
El metro está a petar y mi mano está en tu cartera.
Jacob y Philip en Addis Ababa, Etiopía.
En el mundo hay profesionales de robarte la cartera o el móvil sin que te enteres. Sabemos que no te estamos descubriendo nada nuevo, pero que sepas que las grandes ciudades, normalmente, son lo peor del país.En esta historia, a Jacob y Philip, dos amigos alemanes, les intentaron abrir las riñoneras en el tranvía de Addis Ababa, que es el transporte público dónde más enlatado hemos ido en toda la vida. Tú no puedes mover un dedo, pero los profesionales ya se han colocado de modo de que, cuando quedes encajado, tu riñonera esté al alcance de su mano.
Así que en sitios muy concurridos, la mochila por delante y tu manos sobre tus pertenencias más importantes.
Para que te hagas a la idea de cómo está Addis Ababa, te dejamos un vídeo. Perdón por la mala calidad, no sabemos qué pasó... se cayó sólo y se rompió...
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